Me encuentro aquí, postrado ante tus pies
y veramente, no sé cómo he llegado,
cómo mis pasos ante ti me han llevado,
a pesar de que un día perdiera yo mi fe.
Esa fe ciega, que de niño en ti tuve
hasta que el tiempo borrola de mi alma,
de mi apartola, dejándome sin calma
y entre luciérnagas, como ciego yo estube.
Y me pregunto qué quieres Jesús mío,
qué de mi espera Tu Divina Persona,
si no soy nada más que un pecador impío
que ya olvidó que el Buen Padre perdona
a cualquier hijo, que al mundanal gentío
su misma vida y hasta su bolsa dona.
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